lunes, 24 de septiembre de 2012

Crítica de Papel Carbón

Esta es la crítica que escribió Ricardo Senabre en El Cultural.
El narrador y protagonista de Papel carbón es un joven barrendero con una biografía que parece extraída de una novela de Dickens: hospiciano, sin amigos, siempre menesteroso e impecune, pero muy aficionado a la lectura de novelas, encontradas en papeleras y contenedores o hurtadas en la cuesta de Moyano y en los grandes almacenes.
Esta afición le ha permitido crear un alter ego, un policía neoyorquino llamado Leo Carter –nombre formado sobre el auténtico del personaje: Leocadio Carrasco Tercero–, cuyas imaginarias aventuras vamos conociendo en un texto que, a la manera de una novela de quiosco, se inserta en el texto principal que narra Leocadio. Leo Carter y sus proezas le sirven al barrendero como escape para compensar una vida mortecina y solitaria en la que no parece haber más horizonte que la basura cotidiana, las broncas del jefe y el cuchitril inmundo de la pensión en que se aloja. La aparición de un cadáver y el hallazgo de una enigmática carta en una papelera subvertirán la vida de Leocadio, que, convertido en improvisado investigador, se verá sumergido de pronto en una aventura peligrosa de imprevisible alcance que le permitirá emular, en el plano de la realidad, los arriesgados lances de Leo Carter.
Novela de misterio, festoneada por el texto secundario que parodia los caracteres de una novela negra de quiosco, Papel carbón ofrece, sin embargo, como elementos de mayor interés una serie de motivos secundarios que apenas tienen que ver con la intriga de la historia: el diseño –sin pretensiones, pero eficaz– de personajes desvalidos que se mueven en los avatares de la sociedad; las penalidades de la inmigración; la explotación de la infancia; la soledad afectiva y la pobreza en medio de una sociedad de aparente opulencia. Incluso un tema como la función de la literatura y su mercantilización asoma en estas páginas encarnado en personajes y acciones. Romero posee un instinto narrativo que sólo necesita ser depurado, pero tiene lo que no se aprende: el instinto para contar con amenidad. Papel carbón no es una obra redonda, pero su autor tiene las condiciones adecuadas para llegar a mucho más lejos si se lo propone.

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